En el siglo XXI, la despoblación es uno de los principales retos a los que se enfrenta España. El proceso de despoblación es un fenómeno que se viene dando desde hace muchos años, pero esta última década se ha intensificado y ha sufrido una evidente aceleración, provocando lo que conocemos como «La España vaciada» y llegando a constituir un problema público.
Este fenómeno de despoblación se está generando sobre todo a escala municipal. Según los datos ofrecidos por el Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico, de los 8.131 términos que hay en España, 5.102 municipios pierden población desde 2001. Y, en la última década, son 6.232 los municipios que pierden población. Por tanto, en los últimos diez años, 3 de cada 4 municipios ha bajado en número de habitantes.
Como bien sabemos, este fenómeno afecta sobre todo a los pueblos rurales y con mayor gravedad a los pequeños municipios. En los pueblos de menos de 1.000 habitantes, la despoblación llega al 86% de los términos. La población que vive en estas áreas, se considera como «la olvidada», la que no se tiene en cuenta. Pero no podemos olvidar que por muy pequeños que sean, hay más de 1,4 millones de personas que viven en estas localidades con menos de 1.000 habitantes.
Ante este reto, desde el Gobierno Central, se ha trabajado en la creación y aplicación de 130 medidas ordenadas en 10 ejes de acción diferentes.
Ejemplos concretos
En Hauda conocemos muy de cerca esta problemática ya que en Navarra, afecta a diversas zonas del territorio. Uno de los ejemplos más claros, es el del Pirineo. El 54,4% de la población de Navarra se concentra en Pamplona y su comarca, y el Pirineo Navarro ha perdido al 13% de sus habitantes en los últimos 10 años. La Unión Europea sitúa el riesgo de despoblamiento en una densidad de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado y las comarcas del Pirineo están muy por debajo de dicho umbral, con 4,1 habitantes por kilómetro. La tendencia es muy clara y ante esta realidad, el Gobierno de Navarra y la población de estas áreas, han puesto en marcha diversas iniciativas con el objetivo de poner el freno.
Según informó el Gobierno de Navarra el pasado mes de marzo de 2022, en el último año y tras destinar 39 millones de euros en inversiones para esta zona, se ha ralentizado la tendencia de despoblación. Por primera vez en una década, los datos no han empeorado.
Ejes de la sostenibilidad
Para asegurar un futuro a estas zonas, es imprescindible generar un desarrollo sostenible. Tiene que haber un equilibrio y hay que ser capaces de asumir las consecuencias de las acciones realizadas. Hay tres ejes que deben tenerse en cuenta, los considerados como ejes de la sostenibilidad: el económico, ecológico y social. Todos deben avanzar de manera simultánea, siguiendo las instrucciones de Naciones Unidas. Solo así, podrá asegurarse un próspero futuro.
Una estrategia a largo plazo podrá orientar y marcar el camino hacia un futuro más prometedor. Si bien es cierto que en ciertas zonas la situación es de extrema urgencia, la solución no deberían ser medidas tomadas «in extremis«.
Como ya hemos mencionado, ante esta realidad que padecemos, no nos podemos olvidar de los ejes de la sostenibilidad. Van a ser las que marquen las pautas y alumbren el futuro. Pero además de estos ejes, también contamos con otras herramientas que sirven para atajar con la despoblación.
La comunicación como herramienta ante la despoblación
Dentro de los ejes de la sostenibilidad, la comunicación adquiere una importancia vital. Haciendo uso de las nuevas tecnologías, podemos reforzar los puntos fuertes y atractivos de las zonas en peligro de despoblación, además de animar y apoyar el desarrollo económico y social, promocionando estos lugares.
Por un lado, podemos ensalzar los factores positivos y atractivos para atraer a gente de fuera y por otro, podemos reforzar los servicios, actividades y demás asuntos que favorezcan que la población se quede en su propio pueblo.
La comunicación sirve para dar voz a estos pueblos y a su gente. Más allá de las profesiones tradicionales del medio rural, hay otras que buscan relevo generacional, y gracias a los avances digitales y tecnológicos, también se han abierto nuevas oportunidades para ejercer los hasta hace poco considerados «trabajos de ciudad«. Pero la mejor baza, sin duda, es dar a conocer y narrar cómo es la calidad de vida de estos sitios. En los pueblos rurales se vive bien, hay oportunidades y, si hay voluntad, tienen futuro.
Claves para asegurar el futuro de los pueblos en riesgo de despoblación
Para asegurarnos una continuación de estos espacios en peligro de despoblación, hay ciertos factores a mejorar. Es necesario que haya un mínimo de servicios básicos (educación, salud…), siendo necesaria la implicación de las instituciones y una firme apuesta por su parte.
Además, habría que trabajar por una diversificación de los sectores productivos y apoyar la actualización y modernización de las infraestructuras, así como fomentar la digitalización de todo el territorio y ofrecer el acceso universal a las nuevas tecnologías. Por otro lado, impulsar el empleo juvenil es clave para que la juventud se quede en estos pueblos y no se desplace hacia las ciudades. Y por último, las conexiones y el transporte también afectan a la hora de decidir instalarse en estas localidades. Hay que ofrecer oportunidades, para que la gente pueda realizar su proyecto de vida en estas áreas.
Deberíamos asegurar la existencia de los pueblos pequeños. La tranquilidad, el cuidado y perseverancia de la naturaleza y del medio ambiente, la agricultura que permite la producción de alimentos naturales de calidad y cercanía… son solo algunos de los beneficios que nos aportan a toda la población en conjunto. Los pueblos rurales son necesarios para que en las ciudades también se pueda seguir viviendo bien. Todos somos necesarios para que no se rompa el equilibrio.